Hicimos un expurgo en casa, recogiendo todos los libros que teníamos duplicados y en buenas condiciones y los apartamos. La idea era llevarlos al Hospital y dejarlos en la mesa para libros de lectura de enfermos y acompañantes. Pero al llegar la pandemia aquel proyecto se truncó. Durante dos años mis libros han estado en un par de bolsas esperando su destino. Por el covid ya no se puede llevar libros al hospital y me parece razonable.
Cada día, desde hace una semana, voy dejando un libro, solo uno cada vez, en el banco que hay enfrente de mi despacho, son ediciones de tapa dura en unos casos, de rústica en otros, y como he dicho todas en buen estado.
Cuando salgo de trabajar el libro ya no está.
Quiero creer que quien lo haya recogido lo sabrá valorar, quizá lo lea ahora o lo reserve para un futuro, quizá en algún momento lo vuelva a dejar para otro lector o bien al contrario lo atesore con la avaricia que todo lector ha sentido alguna vez. Pero que quiera creerlo no significa que la fortuna del libro no haya sido otra y quizá se vea arramblado en un contenedor o destrozado por un coche
En todo casó Steinbeck, García Márquez, Pablo Neruda, Marguerite Yourcenar, Federico García Lorca son algunos de los autores que puede que en estos momentos estén siendo leídos con la ilusión con que lo hice yo una vez.
De alguna manera, como dijo Javier Marías todos hacemos nuestra biblioteca de los libros de otros.