Apostando por la libertad

Hay cartas de amor que condenan a veces a una eternidad y otras a seis meses de prisión. En este caso fue carta una enviada desde prisión contraviniendo una orden de alejamiento. Una carta escrita en caracteres gruesos, llenando enteramente una cuartilla, sin márgenes, sin espaciado…. Palabras escritas con esfuerzo, que se leen sin soltura ni fluidez, una carta enviada a quien no quería recibirla, sin amenazas, insultos ni reproches. Quizá fue solo un intento por él de no darlo todo por terminado, de no resignarse y de alargar la pequeña historia   de amor trucada en desamor.  Palabras que leídas causan estupor, miedo y dolor en una mujer no por lo que dicen sino por lo que significan: una mera cuartilla dentro de un sobre depositada en una bandeja para que un funcionario de prisiones, ignorante del ilícito, la eche a la saca de correos, medidas policiales, judiciales y protocolos fallando para que sea un funcionario quien se convierta en el brazo ejecutor del delito…., pala

La vida tiene un componente de decepción. No toda ella ni todo el tiempo, pero sí en gran medida y en una variedad de aspectos sorprendente. La primera fuente de decepción suele ser uno mismo, no somos tan guapos, tan valientes, atrevidos o inteligentes como de niños soñábamos que seríamos, pasamos a comprender que tenemos más en común con los secundarios de las películas que con los protagonistas de sus historias, pero esta es una decepción con la que uno tiende a ser indulgente… Nos decepcionan los demás, y de esa decepción sí es difícil reponerse. Recuerdo la primera vez que un compañero de colegio me birló un duro, tendría siete años y  no cabía en mi corto entender que alguien se apropiara de lo que no era suyo, y menos que lo negara (la realidad y los valores que habían pretendido inculcarme no coincidían y eso era sorprendente, al menos lo fue la primera vez); nos decepcionan asimismo los profesores, revestidos de autoridad son sin embargo ejemplos muchas veces, no siempre