La mecedora
De niña, muy de niña, se tumbaba en el altillo de su casa, el “sostre” decía tomando la palabra de otra lengua, o bien lo hacía sobre la paja del almacén y soñaba despierta. Algo de brujilla debió de tener, con la mala fortuna que, siempre según sus palabras, soñó sin dormir tres sucesos de las cuales dos tuvo la desgracia de vivir y marcaron su existencia. Al decirlo, su auditorio era mínimo y muy cercano, traslucía tristeza sin atisbo de afectación ni punto de teatralidad. No estoy seguro de haber sabido comprender el sentido de aquellos miedos reflejados en resignación ante la tercera de las cosas que soñó y no reveló, y por ello no sé si la llegó a vivir…. No sabré nunca si las que vio realizadas fueron la pérdida de seres cercanos y si la tercera fue otro tanto o afectaba a su propio bienestar, pero siempre que ella veía las vistas desde su balcón decía apreciándolas “aquí me sentaré yo en una “mesedora” mirando la calle con la mujer que me cuidará cuando sea mayor”.