De niño, muy de niño, en el colegio solía leer textos de de una novela con el nombre de su personaje, Alfahuí que aparecían en mi libro de lecturas Senda. Fragmentos sin contexto, algo fríos e impersonales. El nombre, Alfahui me atraía, pero ni tenía la edad ni los recursos para leer aquel libro.
Años después, mis profesores de literatura comentaban de otra obra del mismo autor, El Jarama, que era una novela en que los personajes hablaban como la realidad, como si alguien hubiera puesto una magnetófono decían, y la elogiaban moderadamente. El título y el autor quedaron archivados bajo una etiqueta, novela social, en el anaquel polvoriento de los recuerdos.
Hace poco leí, sin una razón aparente, El Jarama, lo leí con todas las precauciones y con no poca pereza inicial. A fin de cuentas el realismo en el habla o la temática social no me parecen un género en si mismo sino una mera condición de cualquier libro actual, y del autor Sánchez Ferlosio solo sabía que había sido un adicto a las anfetaminas .
Sin embargo lo que la novela rezuma, más allá del objetivismo del estilo, o de la etiqueta de novela social es dignidad. Dignidad en el habla de los diálogos y en el estilo de la narración, en los personajes y en la historia de sus vidas, vidas normales y anodinas.
Es cierto que en la narración aparece el hecho triste y luctuoso de una muchacha que se ahoga en el río. Es un dato que se resalta en las diferentes reseñas del libro pero no creo que ese aspecto sea algo determinante de la novela, aunque sin duda sea trágico.
La muerte está contada de forma muy serena sin restar dramatismo ni gravedad. Con esta, reflexiona el Juez que acude a levantar el cadáver, son ya nueve las personas ahogadas en este río, no, se corrige, ocho, la otra fue una chica que tiró su novio desde el puente. (cito de memoria) Esta frase para mi es más dura y reveladora de la naturaleza humana que el pobre destino de la desprevenida bañista.
Quienes vivimos en zonas de costa, o cerca de embalses y trasvases conocemos desde siempre historias de ahogados (normalmente "madrileños", o sea: de fuera) que se metieron sin conocer el mar, las aguas o las corrientes; historias con que las madres amedrentan a sus retoños casi tanto como con el temido corte de digestión.
El Jarama es una novela coral, contada con buen gusto, que hace gala de un dialogo rico en expresiones y sin duda popular, pese a la carencia absoluta de tacos y malas palabras tan propios de nuestro idioma.
El eje sobre el que giran las historias es la taberna a la que acuden para pasar un día de domingo.
Lo he medio leído y medio escuchado en audiolibro que son 20 horas de audio mientras que el lapso temporal que abarca es de 16 horas. Casi se podría decir que está contado en tiempo real, aunque evidentemente no es así.
Tan buenas sensaciones me dejó la novela que me ha llevado a profundizar en el autor y de ahí a adentrarme en las andanzas de su familia.
Y como el hilo del ovillo de Ariadna, estas pequeñas pesquisas me han llevado por un pequeño laberinto de historias tan apasionantes como las de muchas novelas, y por supuesto más entretenidas que la historia de un día de domingo en el Jarama.
Rafael Sánchez Ferlosio aparece en diversas entrevistas en youtube, como un hombre mayor, algo desaliñado, con una corbata negra demasiado estrecha en un cuello demasiado ancho para abotonarse el cuello. Al parecer consideraba que sus ensayos eran mejor que sus novelas que no valoraba en demasía lo que quizá no fuera más que la vanidad de un autor que ve postergados a hijos más queridos por uno fruto de su juventud.
Sánchez Dragó, excelente conversador, le pregunta por el consumo de sustancias y ambos rememoran con nostalgia los días en que las podían comprar en la farmacia...
De su primer matrimonio con Carmen Martín Gaite tuvo dos hijos, un varón que murió con pocos meses y una hija que joven murió del sida que habia contraído por el consumo de heroína. Se le ve en las fotos siempre con corbata negra en recuerdo de aquella hija. Imagino que no cabe dolor mayor que perder a los hijos ni mayor culpa que la de seguir viviendo.
Su padre fue el conocido falangista Sánchez Mazas, autor de parte del Cara al Sol y del saludo Arriba España, y cuya historia, en parte, nos cuenta Javier Cercas en su novela, luego película, Soldados de Salamina.
Este Sánchez Mazas, que habia aprendido a admirar el fascismo en la Italia de Mussolini donde conoció a su esposa y de ahí viene el apellido Ferlosio de sus hijos, debió quedarse sorprendido de que sus hijos fueran tan alternativos. En todo caso parece que la relación con ellos no fue mala, aunque es difícil escudriñar en las intimidades de las familias.
Un hermano de Rafael, al que su padre tuvo la ocurrencia de ponerle JOSE ANTONIO JULIO ONESIMO, nombres todos de honda raigambre falangista y carlista, pero que se hacía llamar "Chicho" es sin duda lo más exótico de la familia.
Chico fue cantautor antifranquista en los sesenta y militante comunista que desengañado tras un viaje a Albania viró al anarquismo.
Se puede encontrar en Youtube una película documental de 1981 de Fernando Trueba sobre este Chicho en que se le ve como un hombre especial, de conversación fluida y quizá brillante a su manera. Le vemos exponer un proyecto de crear un silabario total del castellano a partir de una máquina calculadora que habría que adaptar (y aunque no sepamos para qué sirva un silabario esa inquietud plasmada en un proyecto de ocho páginas da que pensar). También se ve su faceta de creador de juegos de mesa elaborados en cartón y a mano y relatar su dinámica ante la presencia y mirada inexpresiva de Fernando Trueba; y, por supuesto, lo vemos ganarse la vida como cantante callejero.
Chico fue una persona con talento especial, capaz de leer en latín textos del siglo XVI, pero a fin de cuentas una persona hoy casi olvidada, con pocos dientes y una estética de indigente. Al parecer su cuñado decía de él que habia venido al mundo con todos los elementos de serie de un sabio del renacimiento. Viéndole uno no puede menos que acordarse de la parábola de los talentos.
Frente a la brillantez de este hombre excéntrico, medio marginal y olvidado, descubro que un sobrino de Rafael y de Chicho y nieto del Sánchez Mazas ministro de Franco es el "periodista" Máximo Pradera, persona humana (por utilizar la terminología del programa en que participa) a quien personalmente no le veo la gracia aunque sí la cultura, y cuyo talento si lo hay queda enmascarado en el histrión que a veces representa o quizá en la arrogancia que destila.
Javier Cercas en su libro Soldados de Salamina nos cuenta como en la guerra civil española Sánchez Mazas salvó la vida por la piedad de un miliciano republicano que no lo quiso denunciar. y esto es un pequeño ejemplo de ese efecto mariposa que es la vida entera. Si hubiera muerto su legado (escritores, cantaautores, periodistas ...) no hubiera existido ni yo habría escrito esta entrada.