La mecedora
De
niña, muy de niña, se tumbaba en el altillo de su casa, el “sostre” decía
tomando la palabra de otra lengua, o bien lo hacía sobre la paja del almacén y
soñaba despierta.
Algo
de brujilla debió de tener, con la mala fortuna que, siempre según sus palabras,
soñó sin dormir tres sucesos de las cuales dos tuvo la desgracia de vivir y
marcaron su existencia. Al decirlo, su auditorio era mínimo y muy cercano, traslucía
tristeza sin atisbo de afectación ni punto de teatralidad. No estoy seguro de
haber sabido comprender el sentido de aquellos miedos reflejados en resignación
ante la tercera de las cosas que soñó y no reveló, y por ello no sé si la llegó
a vivir….
No
sabré nunca si las que vio realizadas fueron la pérdida de seres cercanos y si
la tercera fue otro tanto o afectaba a su propio bienestar, pero siempre que
ella veía las vistas desde su balcón decía apreciándolas “aquí me sentaré yo en
una “mesedora” mirando la calle con la mujer que me cuidará cuando sea mayor”.
Hay tanto
que nos dicen a media voz y que apenas entendemos y tantos miedos que preferimos
dejar olvidados antes que volver a ellos, que uno no puede dejar de sentir que
vivimos entre lo inexplicable, quizá lo sobrenatural, puesto que a fin de
cuentas pensar que todo es racional no deja de ser un acto de fe.
A veces creemos más en lo sobrenatural que en cualquier otra cosa. Para mí despertar cada día es sobrenatural. Cuando lo hago al lado de una mujer hermosa, de otro mundo. Sí además te abraza sin hablar y sin despertar, un regalo de Dios.
ResponderEliminarLa belleza es en si sobrecogedora, iba a decir sobrenatural, pero realmente, si se sabe mirar, está en casi todas las partes de la naturaleza
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