Cuentos
LA CANCION DEL PIRATA
Se ajustó la corbata, se
ciñó la toga y tomó la palabra.
Sobre su velero el
capitán pirata contemplaba el mar con ojo avezado, inspeccionaba la presa: un
desprevenido bergatín.
“No estoy aquí” inició su
alegato, “para esgrimir causas de nulidad sin sentido; al igual que su señoría
creo que nuestra constitución no es cuestión de meros formalismos”.
El oleaje y el trajín del
abordaje dificultaban la maniobra, el pirata saltó raudo sobre la cubierta
viendo solo temor en la mirada del contrario.
“No concurriendo ministerio
fiscal en este juicio de faltas” prosiguió el letrado “la petición de la
acusación particular solo cabe entenderla como un desistimiento tácito al no
concretar acusación penal quizá por olvido, y reclamar solo indemnización,
cuestión civil para la que deberá reservarse las oportunas acciones; a falta de
principio acusatorio debe dictarse sentencia absolutoria”.
El pirata sonrió satisfecho, sabía que
había ganado.
TIEMPO QUE NO HA DE VOLVER
ABOGADA DE PUEBLO
EN OTRA CIUDAD
Había viajado en avión el día anterior, y al despertar me embargó esa extraña sensación de despertar en una habitación de hotel, cómoda y cálida pero ajena e impersonal. A primera hora tenía una comparencia en el Juzgado, mi cliente, una mala persona, estaba imputado por estafa. Hacía meses que no sabía de él y me había llamado agresivo y nervioso. Sabía que como abogado no debía admitir ese tipo de coerciones pero me comprometí a asistir aun cuando no tenía provisión de fondos ni había visos de tenerla. Sobre la cama el traje, la camisa blanca y la corbata negra. Miré por la ventana y contemplé una playa de arena dorada con los primeros bañistas sobre sus toallas y el ligero acariciar de las olas del mar. No sé cual sería su reacción cuando no aparecí, solo recuerdo que fue mi mejor día de playa en muchos años.
MINUTAS POR COBRAR, FACTURAS QUE PAGAR
¡Menudo fin de semana! ¡Me dio la pascua el casero!. El viernes cerca de las dos, cuando me preparaba para cerrar el despacho, me llegó el burofax. Tentado estuve de decirle al cartero que se equivocaba de puerta pero mi dorada placa de abogado y tres años recogiendo correspondencia me habrían dejado ciertamente en evidencia. Abrir el sobre y descomponérseme el cuerpo fue todo uno. El ingrato dueño del piso amparándose en una cláusula escrita por mi pretendía cobrarme las rentas atrasadas de estos años, el letrado que la suscribía hablaba del legítimo derecho de su cliente. Los sueños e ilusiones de estos tres años son hoy más facturas que pagar que minutas por cobrar. Cuando me demande pediré justicia gratuita, quizá me designen a mi mismo No sé cuando cogí el desvío equivocado del buen camino, pero creo que empezó aquel viernes de vigilia que comí pollo.
EL CONTRATO
“Soy del pueblo”, me dijo. “Yo también” repliqué sonriendo mientras
intentaba recordar el nombre que había dicho pero yo no había oido,
¿En qué le puedo ayudar? Pregunté con prudencia En su ojos había
confianza, me recordó a mi madre por sus modales y por su edad. Me gustó
“Necesitamos una abogada pero falta que venga mi marido que está
aparcando” dijo a modo de disculpa “Pues ha venido al sitio adecuado, pase por
favor”. A instancia mía se sentó cerca de la ventana.
“Paco se dedica al cultivo de remolacha pero ya te contará él, quiere
pedir una subvención. ¿Llevas mucho de abogada?” Preguntó tuteándome y así
empezamos a conversar de esto y aquello. Estuvimos hablando cerca de una hora.
Su marido no vino, quizá ni existía.
Cuando nos despedimos, dije amistosamente “Son 20 euros la consulta”, y
ella contestó sonriendo “ya vendrá mi marido a pagar“
NO FUE UN SUEÑO
No fue un sueño, pero el tiempo desdibuja y confunde con sus
triquiñuelas los recuerdos y los detalles que se pierden en el laberinto de la
memoria.
Habíamos acudido al yacimiento como simples visitantes apasionados de
nuestro pasado, pero ella, al ver los restos de los huesos, la posición de los
cuerpos y el trozo de metal que apenas se apreciaba en aquella mancha clara de
oxido que se difuminaba entre la tierra ocre del lugar, no lo dudó "si
fuera reciente, mi veredicto sería claro: legitima defensa, fíjate como
defendía a su pequeño" Nos quedamos callados, en silencio, y, mientras un
ángel cruzaba el cielo de Castilla, nos miramos con ese hondo respeto que causa
contemplar a tus pies el paso de los siglos y comprender que el amor perdura
más allá de los recuerdos y la memoria...
DIA DE HUELGA
Estoy cansado. Los días transcurren grises. Hoy no
llego. Una huelga detiene el tráfico en Madrid. En mi cartera llevo un recurso
de suplicación, último día de plazo. Hoy no llego. Miro por el cristal del
vehículo. Cada uno va a su afán. A nadie le importan mis problemas, para postre
una huelguista arremete contra mi. Ni le miro, solo compruebo el cierre. Ya no
estoy nervioso, solo cansado. No llego. Me cierran decanato y me cierran la
vida. Estoy cansado de perder. Mi coche, mi traje, mi corbata encrespan a los
manifestantes, ni les miro. Reclaman algo de sus derechos, algo de su trabajo.
Estoy cansado. En mi cartera en diez folios llevo la esperanza de un cliente
pidiendo el reintegro en su empresa. A nadie le importa. Miro el reloj, las
2.50. Hoy no llego
25 DE DICIEMBRE
Hoy no trabajo, ni lo pido ni lo
someto a referéndum; hoy solo cuenta mi opinión. Hoy quiero dormir un ratito
más, desayunar con calma, dar un paseo, disfrutar de la luz, reposar la
sobremesa con mi familia; quiero el sol, el aire y el frío, los escaparates de
las tiendas; quiero la música y los villancicos. Hoy nada de trabajo. No quiero
oír hablar de demandas ni de juicios ni de tasas, quiero ver las estrellas por
la noche y saber que todo es posible, quiero que la alegría y la paz se grabe
en mi memoria como manifestación de un buen deseo, quiero otear la costa de un
nuevo continente, un lugar mejor para hoy y para siempre. Hoy es Navidad.
OIGO TU VOZ EN LA DISTANCIA
La quise desde la universidad. Su voz y su imagen me han acompaño todo este tiempo incluso cuando ya no era mi amor pero sí mi recuerdo.
Consiguió notoriedad como actriz de doblaje, e incluso grabó esos mensajes que se oyen en los ascensores de hotel o al marcar un número que no existe.
De alguna manera ella también me tenía presente. Supo que me hice abogado y, cuando me necesitó, me llamó a su lado. Una reacción alérgica a un tratamiento la había postrado en cama, hablaba de amenazas veladas y coerciones del médico. Murió al poco sin dar tiempo a que señalaran comparecencia para ratificar la denuncia.
Sobre su lápida alguien grabó su número y aun hoy cuando la llamo oigo su voz fresca y radiante recordándome que “actualmente no existe ninguna línea en servicio con esta numeración"
ABOGADA DE PUEBLO
“Soy del pueblo”, me dijo. “Yo también” repliqué sonriendo mientras intentaba recordar el nombre que había dicho pero yo no había oido,
¿En qué le puedo ayudar? Pregunté con prudencia En su ojos había confianza, me recordó a mi madre por sus modales y por su edad. Me gustó
“Necesitamos una abogada pero falta que venga mi marido que está aparcando” dijo a modo de disculpa “Pues ha venido al sitio adecuado, pase por favor”. A instancia mía se sentó cerca de la ventana.
“Paco se dedica al cultivo de remolacha pero ya te contará él, quiere pedir una subvención. ¿Llevas mucho de abogada?” Preguntó tuteándome y así empezamos a conversar de esto y aquello. Estuvimos hablando cerca de una hora. Su marido no vino, quizá ni existía.
Cuando nos despedimos, dije amistosamente “Son 20 euros la consulta”, y ella contestó sonriendo “ya vendrá mi marido a pagar“
LA TASA
Comía papel, en blanco o impreso, pero a ser posible timbrado. Amaba los juzgados, le encantaba sumergirse en aquel mar de expedientes sin archivar y diligencias por firmar. Le habían detenido en varias ocasiones, la primera por tragarse el billete de lotería premiado de un amigo, en esta por digerir un pagaré cuando su acreedor se lo mostró con la estampilla de “sin saldo”. Solía esgrimir en su defensa“paperofilia”. Aquella mañana había varios detenidos. Aprovechando el trajín del momento buscó con ojo avezado cualquier escrito a mano: un desistimiento o un archivo le valían. Vió asomar en la cartera de su letrado un folio impreso y sin pensarlo se abalanzó, los agentes lo detuvieron pero fue tarde, intentó tragar sin masticar. El forense dictaminó asfixia y solo alcanzó a extraer de su garganta amoratada el impreso arrugado y húmedo de una tasa judicial pagada.
LA TASA
Comía papel, en blanco o impreso, pero a ser posible timbrado. Amaba los juzgados, le encantaba sumergirse en aquel mar de expedientes sin archivar y diligencias por firmar. Le habían detenido en varias ocasiones, la primera por tragarse el billete de lotería premiado de un amigo, en esta por digerir un pagaré cuando su acreedor se lo mostró con la estampilla de “sin saldo”. Solía esgrimir en su defensa“paperofilia”. Aquella mañana había varios detenidos. Aprovechando el trajín del momento buscó con ojo avezado cualquier escrito a mano: un desistimiento o un archivo le valían. Vió asomar en la cartera de su letrado un folio impreso y sin pensarlo se abalanzó, los agentes lo detuvieron pero fue tarde, intentó tragar sin masticar. El forense dictaminó asfixia y solo alcanzó a extraer de su garganta amoratada el impreso arrugado y húmedo de una tasa judicial pagada.
EN OTRA CIUDAD
Había viajado en avión el día anterior, y al despertar me embargó esa extraña sensación de despertar en una habitación de hotel, cómoda y cálida pero ajena e impersonal. A primera hora tenía una comparencia en el Juzgado, mi cliente, una mala persona, estaba imputado por estafa. Hacía meses que no sabía de él y me había llamado agresivo y nervioso. Sabía que como abogado no debía admitir ese tipo de coerciones pero me comprometí a asistir aun cuando no tenía provisión de fondos ni había visos de tenerla. Sobre la cama el traje, la camisa blanca y la corbata negra. Miré por la ventana y contemplé una playa de arena dorada con los primeros bañistas sobre sus toallas y el ligero acariciar de las olas del mar. No sé cual sería su reacción cuando no aparecí, solo recuerdo que fue mi mejor día de playa en muchos años.
MINUTAS POR COBRAR, FACTURAS QUE PAGAR
¡Menudo fin de semana! ¡Me dio la pascua el casero!. El viernes cerca de las dos, cuando me preparaba para cerrar el despacho, me llegó el burofax. Tentado estuve de decirle al cartero que se equivocaba de puerta pero mi dorada placa de abogado y tres años recogiendo correspondencia me habrían dejado ciertamente en evidencia. Abrir el sobre y descomponérseme el cuerpo fue todo uno. El ingrato dueño del piso amparándose en una cláusula escrita por mi pretendía cobrarme las rentas atrasadas de estos años, el letrado que la suscribía hablaba del legítimo derecho de su cliente. Los sueños e ilusiones de estos tres años son hoy más facturas que pagar que minutas por cobrar. Cuando me demande pediré justicia gratuita, quizá me designen a mi mismo No sé cuando cogí el desvío equivocado del buen camino, pero creo que empezó aquel viernes de vigilia que comí pollo.
EL CONTRATO
La carta firmada por el eminente aristócrata rumano era
clara: debía redactar un contrato con determinadas cláusulas sobre una mudanza.
No estaba seguro de acertar en la redacción: hablaba de un ataúd de roble,
tierra de una iglesia cercana y que el traslado se hiciera por barco, sin
escalas, y sin desvío alguno. El cliente era tan claro como caprichoso, pagaba
bien e incluía las dietas y el viaje a Rumania. En contrapartida, debía
presentarme la víspera de Pascua, tras anochecer, sin importar la hora, en un
inhóspito castillo en los Cárpatos, donde el conde, su legítimo propietario, me
recibiría en persona para revisar y firmar el documento. “Quien paga manda”
pensé mientras entraba en el castillo. Al amanecer, tras una vigilia de toda la
noche, apenas recordaba nada. Solo me aseguré de llevar el dinero encima y de
que la ristra de ajos no se me hubiera caído.
Deus ex machina
Deus ex machina
En el Olimpo, Zeus mira con tedio
el espejo del mundo donde se reflejan las vidas de los hombres desde que son
bebés hasta que las parcas cortan sus hilos. Una historia siempre repetida:
búsqueda de honores, persecución de lucro, anhelo de felicidad, .... Mil y un
actores para una misma e insensata representación. Desde su trono piensa en el
día que los creó y en aquel instante en que comprendió la futilidad de su
creación. Sin embargo una ligera sonrisa ilumina su rostro, al contemplar en un rincón del espejo esa rara estirpe que
trabaja, lucha y vive dignamente defendiendo al indigno, asesorando al avaro y
ayudando en cuanto puede al que es infeliz bien por su matrimonio bien por su
trabajo. “Ahí está el abogado” piensa Zeus sonriendo al recordar que con este
al menos se divierte.
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