Las propias cavilaciones y la finitud de la vida

En una plaza cualquiera, un escritor se vale de su edad para fingirse sordo, e intentar evadirse de amistades sin causa que interrumpen su lectura y sus pensamientos. 

En la sala de espera de unos juzgados, una señora en silla de ruegas conocida por todos pregunta en voz alta si hay algún abogado, y los togados se descubren de pronto con un interés inusitado en ese papel que fingen leer o en consultar un algo indefinido en la pantalla del móvil.... 

Un asesor al que pregunta una persona que le acaban de presentar si es bueno contesta que la verdad es que no, que es malísimo.... 

Hay en estos tres ejemplos, verdaderos según quienes los relatan, dos comunes denominadores. Uno, el deseo de no ser molestado en lo que para ellos es importante, las propias cavilaciones; y otro, la experiencia personal triste por reiterada de que el tiempo y la tranquilidad que otro te quita ya no vuelven nunca más.

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