D

D es un buen amigo, aunque nunca lo he visto ni he compartido con él un café ni un paseo, nunca he estado en su casa ni él en la mía. Quizá si nos cruzáramos por la calle no nos reconociéramos, y pasáramos de largo el uno del otro, aunque quizá en mi pensamiento y seguro que el suyo algo se preguntara de qué conozco yo esa cara.

D no ha tenido suerte con las mujeres, no al menos si entendemos como suerte compartir una vida entera con una compañera y poder formar una familia. Sí ha tenido sin embargo la dicha del amor, de la variedad, y de la pasión.

Conozco a D de cuando tuve facebook, hemos hablado en varias ocasiones por teléfono, y su voz está registrada en unos audios de guasap que nos hemos cruzado. Tengo la convicción y la certeza de que D es una buena persona, lo pienso por cómo habla, por lo que dice, por lo que cuenta, por lo que le ha pasado y por lo que espera de la vida. D fue militar, ahora trabaja en oficinas, habla idiomas, los enseña, ha viajado. Creo que hay algo en su naturaleza de cosmopolita y a la vez, quizá porque trasmite la entereza de un roble robusto y de fuertes raíces, hay también mucho de apego a su tierra que por otra parte no entiende de fronteras, pues su tierra es la de los hombres libres.

Ahora D está dolido, dolido por la vida y por la incomprensión de tener que recibir tantos palos, porque D es bueno pero malas son algunas de las experiencias que van conformando su día a día.

Me entero, porque me lo cuenta, a mi, a un "desconocido", que su niño ya no nacerá, no era el destino y sí la fatalidad, y con esa ilusión ya perdida se marcha la mujer que lo amaba, dejando un vacío que llena un triple dolor, el de la perdida de quien ya no será, el que causa la marcha de su compañera y la que proviene de no entenderlo, o al menos yo no lo entiendo porque no se lo merece. D que es fuerte no compartirá mis pensamientos pues estas son mis palabras y no las suyas; no pretenden, no puede hacerlo, reflejar lo que siente porque si uno a veces no sabe ni lo qué siente cómo va a saber por lo que otro sufre.

Oigo sus mensaje una noche en que estoy cansado, muy cansado, tanto que creo que pueda no haber mañana y no acierto a decirle nada con sentido ni inteligente, solo puedo decirle que lo siento, que qué dolor, porque es cierto: lo siento, y siento su dolor. 

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