En un lugar de La Mancha

En algún lugar de La Mancha tuve un amigo, compañero de la carrera, que, cuando recibía la beca que le daban para libros, se compraba una raqueta nueva. Le gustaba el tenis, y lo cierto es que aquella beca le llegaba bien entrado el curso cuando sus libros ya acusaban un cierto desgaste. Es bueno, pensaba irónicamente yo, saber que las becas llegan a quienes las necesitan de verdad. 

Mi amigo, buen muchacho, sabio y culto habia ganado en su pueblo un concurso literario por un cuento bien escrito que recordaba la historia de Rigoberta Menchú, una mujer que tuvo sus momentos de gloria algo empañados quizá por cargar innecesariamente las tintas en aspectos inciertos de su biografía. Más allá del poco aprecio que yo pueda sentir por el tercermundismo que mi amigo compartía, recuerdo su enfado con el Mercadona porque afectaba y parece que mucho a la carnicería de sus padres, lo que más rabia le daba, me contaba, es que su madre sí iba a comprar al Mercadona. 

A veces me acuerdo de él, y veo en mis compatriotas su mismo afán por pedir ayudas y subvenciones (el dinero siempre hace falta), quejarse de las injusticias del mundo (y más si le dan un premio por ello porque lo importante es la "concienciación" y la repercusión del mensaje), y censurar a quien busca maximizar el valor de su dinero siempre escaso (aunque fuera tu madre buscando lo mejor para su familia).

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